lunes, 24 de enero de 2011

Hábitos para ser Santo


Siete hábitos diarios para las personas que deseen ser Santas
 
Nadie nace santo. Se consigue la santidad con mucho esfuerzo, pero también con la ayuda y la gracia de Dios. Todos, sin exclusión, están llamados a reproducir en sí mismos la vida y el ejemplo de Jesucristo, caminar detrás de sus huellas. Estás leyendo esto porque estás interesado en tomar tu vida espiritual más seriamente de ahora en adelante. También conoces que Jesús es el único camino a la santidad "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida." El secreto de la santidad es la oración constante la cual puede ser definida como el continuo contacto con la Santísima Trinidad: "reza siempre y sin desfallecer" (Lc. 18:1). La santificación es un trabajo de toda la vida y requiere nuestro determinado esfuerzo para cooperar con la gracia santificante de Dios que viene por medio de los Sacramentos. 
 
Hay que remarcar varios puntos antes de examinar los hábitos: 

lunes, 27 de diciembre de 2010

Al igual que en la sociedad, en la vida matrimonial, cuando hay síntomas de maltrato, descuido o desorden los problemas se acentúan y se acrecientan, por ello es necesario cuidar siempre que no existan ventanas rotas. 



En 1969, en la Universidad de Stanford, el profesor Phillip Zimbardo realizó un experimento de psicología social. Dejó dos automóviles idénticos abandonados en la calle (misma marca, igual modelo, color, etc.). Uno lo dejó en el Bronx en Nueva York, y el otro en Palo Alto en California. 

El coche abandonado en el Bronx tardó poco en ser desguazado. Perdió las ruedas, el motor, los asientos, etc. Todo lo aprovechable se lo llevaron, y lo demás fue pronto víctima del vandalismo. En cambio, el coche abandonado en Palo Alto para la misma fecha se mantenía intacto. 

Sería muy fácil atribuir ese desenlace al distrito en que se dejó. Sin embargo, el experimento no quedó ahí. Cuando el coche abandonado en el Bronx ya estaba deshecho y el de Palo Alto llevaba una semana impecable, los investigadores rompieron un cristal del automóvil de Palo Alto. El resultado fue, sorprendentemente, muy similar al del Bronx: el vehículo fue saqueado por completo en pocos días, víctima del robo y el vandalismo, que lo redujeron al mismo estado en que quedó el otro. 

viernes, 17 de diciembre de 2010

LAS DIFICULTADDES DEL MATRIMONIO

El matrimonio y la familia no carecen de dificultades, por el contrario poseen mayores retos y problemas, precisamente porque se está viviendo un sacramento y las tentaciones se multiplican, además debemos considerar que donde hay dos personas ya hay suficiente material para una discusión.
Estos problemas a menudo son más fuertes en el plano de los afectos. Los recelos, desconfianzas, discusiones, rencores, faltas de perdón. También afectan al plano de las voluntades, más aun si hablamos de faltas mayores como infidelidad, mentiras, violencias, graves discusiones, sin embargo, muchos de ellos son ahogos y aflicciones que se presentan por situaciones pequeñas o menores, pero que con el tiempo pueden ocasionar serios daños, resquebrajamientos familiares e incluso dolorosas separaciones. Aún cuando no se llegue a tanto, sin embargo, esto es suficiente para amargar o hacer difícil la vida de la familia y no encontrar la felicidad.

Escusas hay muchas, “-Es que pensamos diferente-”; “-Nuestro problema es que somos distintos-”; sí…….!! y precisamente por eso se casaron; no hay dos cosas más diversas que una llave y una cerradura y trabajan perfectamente! ¿dónde vamos a encontrar dos personas que piensen exactamente igual en todo?. Esto se complica cuando utilizamos las escusas de: “-Lo que pasa es que no cede y solo quiere las cosas a su manera…..”

Esto nos aclara que los problemas familiares o matrimoniales no son principalmente problemas de temperamento (aunque pueden terminar causando serias perturbaciones) sino espirituales. Dicho de otro modo, son problemas de virtudes. De uno de los cónyuges o de los dos.

¿Esto tiene solución? Claro que sí; una solución fácil de formular y difícil de cumplir. Pero que vale la pena, siendo su resultado la felicidad y por ello se detallan las pequeñas virtudes que el Santo Marcelino Champagnat hizo:

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Los Laicos y la Familia como Discipulos de Jesús

“En estos momentos en que la Iglesia de este continente se entrega plenamente a su vocación misionera, recuerdo a los laicos que también ellos son Iglesia, asamblea convocada por Cristo para llevar su testimonio al mundo entero. Todos los bautizados deben tomar conciencia de que han sido configurados con Cristo sacerdote, profeta y pastor, por el sacerdocio común del pueblo de Dios. Deben sentirse corresponsables en la edificación de la sociedad según los criterios del Evangelio, con entusiasmo y audacia, en comunión con sus pastores... Estáis llamados a llevar al mundo el testimonio de Jesucristo y a ser fermento del amor de Dios en la sociedad.”(Discurso inaugural de Su Santidad Papa Benedicto XVI en el V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe).

Los laicos y nuestras familias, en virtud del bautismo que recibimos, tenemos el llamado a ser discípulos y misioneros de Cristo asumiendo el rol fundamental de dar testimonio de El, imitando con su ejemplo, viviendo profundamente en Cristo. El dejarnos llevar por su amor, hace que, como discípulos, no podamos dejar de anunciar al mundo que sólo Él nos salva (cf. Hch 4, 12). En efecto, el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro. Cuando comprendemos que Jesús es el Dios-con-nosotros, aquel que siendo hombre verdadero entregó su amor por y para nosotros en la cruz, no podemos ser insensibles a ese amor, sino mas bien debemos corresponderlo con amor: “Te seguiré adonde quiera que vayas” (Lc 9, 57).

El discípulo con la convicción de ser un Apóstol cumple el mandato de su misión: “Id por todo el mundo y proclamad la buena nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará” (Mc 16, 15).  Pero, para dar anuncio de Cristo y seguir su camino, debemos primero alimentarnos con la lectura y meditación de la palabra de Dios: que ella se convierta en su alimento para que, por propia experiencia, vean que las palabras de Jesús son espíritu y vida (cf. Jn 6, 63).